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Writer's pictureProf. Cerebrón

El futuro común: entre la unión y el abuso del poder.

Updated: Jun 8, 2020

Hay una maldición china que dice: “que vivas en tiempos interesantes”. Qué irónico se oye eso y qué forma de cerrar las primeras dos décadas del siglo XXI. Esto no ha sido mera casualidad, los problemas siempre han estado ahí, solo que ahora ya nos han alcanzado. No importa a qué nos dediquemos, esta pandemia está tocando las fibras sensibles de todo el mundo. El 2020 será recordado por el impacto que provocó a la historia humana. Este virus “nos agarró en curva” y cada país ha respondido con improvisaciones desesperadas de acuerdo con sus capacidades, posibilidades y culturas, con diferentes resultados. Así mismo, se ha experimentado, a la manera en que responden las diferentes sociedades ante las opciones del control. Algunos intentos han sido más exitosos que otros, por lo que se ha concluido que este primer encierro ha servido para ganar un poco de tiempo y prepararse para establecer y organizar sistemas de control en las poblaciones.



Debemos aceptar que una de las cosas que más nos ha enseñado este año es que la base de nuestros sistemas sociopolíticos se ha tambaleado peligrosamente por sus ahora evidentes debilidades. Es claro que mucha de la responsabilidad cae en la actual definición y voraz ejecución del capitalismo, ya que es el sistema más usado en el mundo. Este sistema ha propiciado un mundo más superficial, competitivo, meritocrático y enfocado al placer propio. De tal forma que el hedonismo y el dinero han mandado al olvido algunos de los principios básicos de supervivencia por colaboración de nuestra especie. Se invierte poco en cosas que dan resultados a largo plazo como la educación, la ciencia o la salud, las cuales que hemos visto que han sido abandonados. En cambio, se despilfarran millones en mercancía consumible en segundos. Por lo tanto, es más que obvio que la ley del mercado es lo que hace girar al mundo, incluso en países comunistas.


Estos son buenos tiempos para los demagogos, populistas y charlatanes, los cuales le han metido el pie a la confianza hacia las autoridades científicas. Si cada crisis es una oportunidad, imaginen lo que pueden llegar a ser para estos personajes. Tal y como Carl Sagan advirtió: “estamos a disposición del primer charlatán que nos pase por delante”.

Dado que estamos rodeados de gente que carece de una formación científica básica, los medios han permitido divulgar falsedades que son potencialmente peligrosas para la población. Comenzando desde los gobernantes que han subestimado el tamaño de la crisis por su recalcitrante necesidad de llevar a cabo los objetivos nacionalistas rancios de sus administraciones. Esos que han puesto primero su anhelo egoísta por aparecer en los libros de historia gracias a sus obras y no por sus acciones ante la crisis que les tocó enfrentar. Por ejemplo, al iniciar la crisis, Andrés Manuel López Obrador, se encomendó a un escapulario y otros amuletos. Adicionalmente, ha contagiado la idea de que el virus es un adversario más de su plan de desarrollo. Por su parte, tanto Donald Trump como Jair Bolsonaro han incitado a la gente a continuar con su vida como si nada ocurriera, que la soberanía los hará triunfar. Peor aún, el primero hasta sugirió inyectar desinfectante. Hoy por hoy, estos tres países lideran las cifras de contagios y fallecidos en América. Sin embargo, siendo un poco optimistas, estos errores de los políticos y gobernantes pueden ser beneficiosos para demostrar que “El rey va desnudo” y que la gente comience a cuestionar más seriamente a sus autoridades y su encanto demagógico.


Si la situación ya es precaria, hay que aumentar que en todas las clases sociales -incluido el gobierno- hay un hastío por la cuarentena y una urgencia económica por volver a las actividades. La prolongación indefinida del encierro en algunos lugares y el uso del semáforo de la llamada “nueva normalidad” que pocos han tratado de entender, ha derivado en malinterpretaciones. La poca organización del gobierno federal con los gobiernos estatales está desbordando en la impaciencia e incertidumbre de la gente. Además, no olvidemos el griterío constante, inherente de las redes sociales llenas de “expertos” de ocasión de cualquier tema. Por eso, hasta por salud mental, es necesario apartar los oídos de aquel bullicio ensordecedor de opiniones sesgadas y darle un poco de atención a las visiones de filósofos y pensadores para saber dónde comenzamos, dónde estamos y hacia dónde podríamos ir. De las voces que me ayudarán a exponer esto están las de Slavoj Žižek, Yuval Noah Harari, Byung-Chul Han y Naomi Klein. Cabe aclarar que analizar la historia siempre es más sencillo desde lejos y después de que ocurre. También, estas interpretaciones, como las de otros pensadores, solo son la punta del iceberg que es todos los temas que pueden derivarse a partir de esta discusión. Por lo mismo, pueden ser considerados como el inicio de temas más complejos y específicos.


Las visiones y análisis de los filósofos


En su artículo publicado el 27 de febrero del 2020 “El coronavirus es un golpe al capitalismo a lo 'Kill Bill' que podría reinventar el comunismo”, es decir, al inicio de la crisis, Žižek mencionó que el capitalismo y el sistema chino han recibido un golpe mortal que los hará reestructurarse. De esta forma, afirmó que el virus podría ser beneficioso para crear una sociedad alternativa más allá del Estado-nación. Adicionalmente dice que el virus hará a un lado nuestras diferencias para comenzar a trabajar juntos. Conociendo a Žižek y su pasión por el cine, seguramente se imaginó un panorama como Alan Moore expuso en Watchmen.





“Y aquí estamos a día de hoy, en la vida real. El punto no es disfrutar sádicamente del sufrimiento generalizado en la medida en que ayuda a nuestra causa; por el contrario, el punto es reflexionar sobre un hecho triste de que necesitamos una catástrofe para que podamos repensar las características básicas de la sociedad en la que estamos viviendo”


El filósofo, autodenominado comunista, menciona que es racional la solidaridad ya que es lo único que puede salvarnos. Él también plantea un nuevo comunismo basado en la confianza de las personas y en la ciencia. Aprender a colaborar nos llevará a un mejor modelo motivado por otras cosas que por el mercado.


“¿Todo esto no indica claramente la necesidad urgente de una reorganización de la economía global que ya no estará a merced de los mecanismos del mercado? No estamos hablando aquí del comunismo a la antigua usanza, por supuesto, sino de algún tipo de organización global que pueda controlar y regular la economía, así como limitar la soberanía de los Estados-nación cuando sea necesario.”


¿Fue descabellada la idea de Žižek? Posiblemente no, pero peca de utópica y hoy por hoy no es factible, al menos no a gran escala. Slavoj Žižek se dejó llevar al ver cómo unas partes del capitalismo se desmoronaron ante el pánico inicial de la pandemia. Incluso se podría decir que traicionó el pesimismo característico que ha manifestado en sus conferencias. Hoy, él mismo no puede negar “la cruz de su parroquia” y hasta ha autocriticado su optimismo. No obstante, como se acaba de decir, “no a gran escala”. Diferentes grupos de personas se han podido organizar para ayudar a sus prójimos haciendo control sanitario en algunas colonias o municipios. Muchas personas entienden que no pueden confiar totalmente en las medidas de sanidad de los gobiernos y han optado por hacerlo por su cuenta. De esta forma se han formado redes de abastecimiento de alimento, de sanitación y fabricación de mascarillas o caretas caseras. Citando a Antonio Gramsci: “El único modo de predecir el futuro es organizarse y hacer lo que quieres que ocurra”.


Yuval Noah Harari en su artículo que publicó el 19 de marzo y lleva por título “El mundo después del coronavirus”, llama al pensamiento crítico ya que reconoce que a partir de aquí hay varios caminos posibles que involucran la vigilancia, el poder ciudadano, el nacionalismo y la solidaridad mundial. Este filósofo analiza la situación partiendo de que, en aras de la salubridad, la voraz vigilancia china se ha ido empoderando. Advierte que finalmente dichos sistemas de vigilancia que ya se han ido aplicando en todo el mundo podrían más feroces. Tal y como ha publicado en sus libros, Harari, hace énfasis en la confianza del ser humano hacia las autoridades:





“Por lo general, una confianza que se ha erosionado durante años no puede reconstruirse de la noche a la mañana. Sin embargo, no son estos tiempos normales. En un momento de crisis, las mentes también pueden cambiar con rapidez. Podemos mantener amargas discusiones con nuestros hermanos durante años, pero cuando ocurre alguna emergencia descubrimos de repente una reserva oculta de confianza y amistad, y corremos a ayudarnos mutuamente. En lugar de construir un régimen de vigilancia, no es demasiado tarde para reconstruir la confianza de la gente en la ciencia, las autoridades públicas y los medios de comunicación”.


Adicionalmente, Harari propone que debe de haber una nueva forma de comunicación que ayude a compartir información útil para vencer al virus. Similar a Žižek, supone una colaboración mundial en la cual tanto la economía, la tecnología y la salud puedan empoderar a las personas y salir más rápido de la crisis. No obstante, el obstáculo a superar es el nacionalismo que existe y que se ha incrementado debido al pánico colectivo. Sin embargo, aclara que el nacionalismo debe de usarse no para promover racismo o xenofobia, sino para cuidarnos mutuamente. De manera particular describe cómo Estados Unidos se ha sumido en él y ha provocado que pierda su liderazgo mundial dejando la silla disponible al mejor postor, el cual podría ser China.


En anteriores crisis mundiales (como la crisis económica de 2008 y la epidemia del ébola de 2014), Estados Unidos asumió el papel de líder mundial. Sin embargo, el actual gobierno estadounidense ha renunciado a la labor de liderazgo. Ha dejado bien claro que la grandeza de Estados Unidos le importa mucho más que el futuro de la humanidad….

…Si el vacío dejado por Estados Unidos no es ocupado por otros países, no sólo será mucho más difícil detener la actual epidemia, sino que su legado seguirá envenenando las relaciones internacionales en los próximos años”.


Byung-Chul Han en su artículo publicado el 22 de marzo del 2020 titulado “La emergencia viral y el mundo de mañana”, coincide con Žižek y Harari que el virus es un enemigo común que nos tiene a todo aterrados; porque, lo queramos o no, el virus es real. Sin embargo, a diferencia de Žižek menciona que el capitalismo se fortalecerá. Él afirma que posiblemente solo sea una gota que ha colmado el vaso, pero que no es el fin del capitalismo. Lo que él vio fue más a un mercado temeroso de sí mismo. De esta forma indica que esto eventualmente hubiera ocurrido incluso sin un virus ya que el colapso era inminente. No es el efecto del colapso lo que vivimos sino solo la introducción. El virus ha abierto ahora un nuevo mercado: la seguridad y control policial y de los gobiernos. Entonces, el capitalismo, a manera de un ente vivo, está luchando por su supervivencia y tiene una capacidad increíble y temible de adaptación.




“El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia”.


En su ensayo, Han al igual que Harari, describió cómo el mundo occidental ha colapsado por el virus, mientras que el oriental no. Mientras en Europa se recurre a la vieja usanza de la soberanía y el cierre de fronteras, en China se confía en el gobierno heredado de la cultura oriental confucianista. Por lo tanto, China ha podido crear una digitalización tal que puede controlar mejor la pandemia pero que a su vez le dejará todo el camino para poder controlar mejor a la población.


“China podrá vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia. China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo. Y tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más pujanza. Y los turistas seguirán pisoteando el planeta. El virus no puede reemplazar a la razón. Es posible que incluso nos llegue además a Occidente el Estado policial digital al estilo chino. Como ya ha dicho Naomi Klein, la conmoción es un momento propicio que permite establecer un nuevo sistema de gobierno. También la instauración del neoliberalismo vino precedida a menudo de crisis que causaron conmociones. Es lo que sucedió en Corea o en Grecia. Ojalá que tras la conmoción que ha causado este virus no llegue a Europa un régimen policial digital como el chino. Si llegara a suceder eso, como teme Giorgio Agamben, el estado de excepción pasaría a ser la situación normal. Entonces el virus habría logrado lo que ni siquiera el terrorismo islámico consiguió del todo.”


Byun-Chul Han narra la realidad de China respecto a su control sanitario digital. Así mismo cuenta que ahora usa un sistema de calificaciones sociales para poder acceder a bienes y servicios. Esta perspectiva ya había sido descrita y advertida por la serie de Netflix “Black Mirror” llamado “Nosedive”. Además, que hay cámaras de reconocimiento facial en la vía pública e incluso en los hogares se han instalado cámaras de vigilancia casi al estilo de “1984” de George Orwell. No obstante, hace el énfasis que las mismas personas sometidas a dichos controles han aceptado la vigilancia digital. Tenemos que admitir que esto tiene una ventaja sobre lo que ocurre en occidente, y es que en oriente la epidemia se ha podido vigilar y mitigar. Como lo expuso Harari:


“En los últimos años se está librando una gran batalla en torno a nuestra intimidad. La crisis del coronavirus podría ser el punto de inflexión en ella. Porque, cuando a la gente se le da a elegir entre la intimidad y la salud, suele elegir la salud”.


Pero ¿a qué precio? Este distópico control policial y del Estado-nación podría dar lugar a regímenes más autoritarios. En occidente este mismo control también se puede llevar a cabo pero de diferente forma ya que tenemos otros principios. Raúl Zibechi hizo referencia a que Europa no se ha cerrado a las formas de intervención usadas por China. Por ejemplo, es bien sabido que los relojes y teléfonos inteligentes son una entrada a este tipo de vigilancia digital. De esta forma se recopilan datos de las personas tanto biométricos como de localización, gustos o conversaciones con el pretexto de vigilar la salud, pero sabemos que pueden escalar a otros fines, como gubernamentales o mercantiles.


Esto también lo señaló Naomi Klein, autora de “La doctrina del shock” en una videoconferencia que dio el 26 de marzo del 2020 por YouTube. Ella afirma que la pandemia está haciendo que grandes empresarios como Jeff Bezos adquieran más poder. Menciona que los empresarios ven a la debilidad física humana como una limitante en el sistema de entrega de comida y paquetería y que seguramente “preferirían que fueran drones o robots que no pudieran enfermar”.



“El hecho de que estemos distanciados significa que ahora muchos de nosotros estamos pasando nuestras vidas pegados a las pantallas. Nuestras relaciones sociales están mediadas por plataformas corporativas como YouTube, Twitter, Facebook, etc. Nuestra ingesta calórica diaria nos la entrega Amazon Prime. Y las personas que están haciendo ese trabajo son increíblemente vulnerables…


…Nos espera un futuro en el que cada uno de nuestros movimientos, nuestras palabras y nuestras relaciones, podrán rastrearse y extraer datos mediante acuerdos sin precedentes entre el gobierno y los gigantes tecnológicos…


Esta no es la forma en que queremos vivir. Deberíamos ver una oportunidad en el rechazo a ese futuro, en la forma en que salimos de esta crisis.”


En otro artículo, Klein supone un panorama distópico a partir de la asignación del ex CEO de Google Eric Schmidt para dirigir una comisión para “re-imaginar la realidad post-Covid” en Nueva York. En este plan se ha propuesto una vida aislada para los más privilegiados que podrían tener todos los servicios sin salir de su casa. Sin embargo, esto haría que aquellos que tienen acceso a la automatización estuvieran más controlados. Parecido a lo que se hace en China pero con la bandera del mercado y el statu quo por delante. Y por supuesto, algunas personas lo han aceptado también. Žižek en su artículo llamado “El futuro digital de Schmidt-Cuomo es una carretera hacia Matrix” coincide con la periodista canadiense y advierte que la democracia, en el peor de los casos, podría ser abolida ya que todo estaría bajo el control de los privados.

Si bien, nada es seguro y menos con lo vertiginoso que ha sido este año, ya han aparecido los primeros intentos de control en todo el mundo. Por ejemplo, en diferentes países de Europa, América y Asia, ya se pueden ver muestras de represión y abuso de poder impunes ya que han sido justificadas con la salubridad; por ejemplo, las multas, encarcelamientos o incluso violencia. Uno de los casos que acaba de salir a la luz en México, es el de Giovanni López que fue asesinado por policías “por no usar cubrebocas”. Así mismo, algunos gobiernos, como el nuestro, se han militarizado en mayor o menor medida y bajo diferentes pretextos. Incluso se han tratado de promover reformas que cedan más poderes a los mandatarios para aplastar protestas o para tomar decisiones.


Varios pensadores actuales, incluso los que no he mencionado, convergen en el mismo punto: la sociedad depende de la manera en la que se ejercerá el poder y quién lo ejercerá: el mercado o el Estado. Se podría decir que todos coinciden que no importa qué partido o qué gobierno esté en el poder, las libertades públicas están en amenaza tras una emergencia de este calibre. Como expuso María Galindo, es una forma de dictadura mundial basada en el miedo hacia el coronavirus aprovechada por los gobiernos. Los datos serán -son- la adicción de los gobiernos y el nuevo concepto de Estado o de economía normalizada que surgirá, modificará la forma en la gente se aproveche de esto. Es decir, esta epidemia ha llegado a ser un laboratorio social.


¿Seremos capaces de mantener nuestra naturaleza humana?


El uso de la razón


A pesar de que algunas de las especulaciones futuristas parezcan desesperanzadoras, todos los pensadores dejan la puerta abierta a que las personas, como sociedad y como individuos, podamos hacer algo al respecto. Žižek nos recuerda aquel grafiti chileno “Otro fin del mundo es posible” porque completa “un futuro sin contacto no es la única opción”. Aquí conviene mencionar las opciones planteadas por Harari:


“Debemos tomar una decisión. ¿Viajaremos por la senda de la desunión o tomaremos el camino de la solidaridad mundial? Elegir la desunión no sólo prolongará la crisis, sino que probablemente dará lugar a catástrofes aún peores en el futuro. Elegir la solidaridad mundial no sólo será una victoria contra el coronavirus, sino también contra todas las futuras crisis y epidemias que puedan asolar a la humanidad en el siglo XXI.”




Es más que obvio que estas visiones no quieren decir que no debamos desarrollar tecnología o usarla. De igual forma no quieren decir que desconfiemos totalmente de los gobiernos o el mercado. Sería absurdo suponer eso. Son una advertencia realista de un panorama que podría ocurrir con base en los sucesos del presente y las consecuencias de ejercer un poder irresponsablemente. No debemos de propiciar las condiciones para que aparezcan tiranos. Una advertencia como se ha dicho en Game of Thrones: “Winter is coming”. Recordemos que estos pensadores no son los primeros que hacen este tipo de distopias potencialmente aplicables. Mucha literatura, pensadores, filósofos y hasta películas ya han enviado mensajes parecidos a lo largo del siglo pasado. Lamentablemente, en algunos aspectos, los futuros planteados en la ficción parecen haberse materializado como si esas historias fueran un manual en lugar de una advertencia. Por lo tanto, debemos ser responsables, éticos y maduros ante el uso de la tecnología y de la forma en la que ejercemos el poder. La solidaridad mundial, por muy utópica que parezca, no es una opción, es una necesidad para la supervivencia. Recordemos lo que dijo Isaac Asimov: “En estos momentos, el aspecto más triste de la vida es que la ciencia va hacia el conocimiento más rápido de lo que la sociedad va hacia la sabiduría”. Debemos ser sabios.


Es posible que los instintos humanos combinados con su capacidad de razonamiento puedan hacer que se aprenda algo y que se evite esto. Podemos partir del llamado a la razón para salvarnos que hace Byung-Chul Han:


“No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta.”


Naomi Klein por su parte tiene la esperanza de que el distanciamiento físico, paradójicamente incremente la necesidad de estar unidos para lograr una desobediencia civil que permita actuar a distancia. Porque cuando las decisiones del pasado con las condiciones del presente llevan a la gente a un destino peor que la guerra, no queda más que negar ese camino.


“Necesitamos catalizar una transformación masiva hacia una economía basada en la protección de la vida…


Necesitamos estar indignados, muy indignados. Necesitamos inspirarnos por el tipo de movimientos de masas que han derrocado a los gobiernos en momentos de crisis anteriores. No es un lugar al que podamos volver: es un lugar que tenemos que construir juntos y un lugar por el que tenemos que luchar”.


Slavoj Žižek llama a tener paciencia y resignación porque las pandemias no son cosa de una temporada. Regresar a la normalidad no será hasta después de un pico claro, sino después de una larga meseta. Consideremos que debido a la crisis climática y la voracidad humana que ha invadido el hábitat natural de muchas especies, nuevas enfermedades y epidemias aparecerán. Así mismo, propone un nuevo estilo de vida más modesto y que debemos aceptar nuestra evidente fragilidad. Además, el futuro también depende de las decisiones políticas ya que al final, son ellas las que influyen para mover los hilos de la maquinaria.


“… cambiar la forma en que se relacionan con la muerte, a aceptar realmente la mortalidad y la fragilidad de nuestra existencia; de la nada llega un virus y nuestra vida termina.

…Si uno mira ingenuamente las cosas desde una distancia adecuada (lo cual es muy difícil), está claro que nuestra sociedad global tiene suficientes recursos para coordinar nuestra supervivencia y organizar una forma de vida más modesta, compensando la escasez local de alimentos con la cooperación global, y con una atención médica global mejor preparada para los próximos ataques. Esta decisión de la vía que tomamos no concierne ni a la ciencia ni a la medicina, es propiamente política”.


Todo esto es un oleaje de experiencias filosóficas en la cual nos deslizamos y pocos se animan a hacerlo para que les ayude a entender la realidad. Quizá viven en un síndrome de negación. Se acerca una nueva crisis capitalista económica seguida de una revolución dado que definitivamente el capitalismo como se ha manejado hasta ahora no es ni funcional ni sustentable. Entonces debemos de proponer otros sistemas. La revolución será inevitable en este siglo problemático y febril que nos ha llevado al inicio de un proceso de transformación mucho mayor. Porque podrá haber una enfermedad mortal, pero el humano sabe que la dignidad, la libertad y el respeto son claves para poder sobrevivir. Así también, recordemos que en los países latinoamericanos se vive otra realidad, nosotros llegamos tarde a la modernidad y podemos aprovechar eso.


Entonces, por un lado, el coronavirus no fue el fin del capitalismo, pero definitivamente es una fractura que deja filtrar el sueño de la razón. Requerimos un nuevo equilibrio con la naturaleza y nosotros mismos. Por otro lado, debemos de recordar que, si bien hoy el tema es la crisis por coronavirus, al despertar, la crisis ambiental seguirá ahí creciendo. Posiblemente esto es el inicio de las colaboraciones internacionales que serán necesarias para enfrentar a la catástrofe ecológica. Así mismo, es posible que el lanzamiento del primer cohete al espacio por una compañía pueda motivar a incrementar nuestras inversiones en la ciencia y la tecnología, ya que nuestra sociedad depende estrechamente de ellas. La ciencia y la tecnología son nuestras mejores herramientas para cuidarnos a nosotros mismos y nuestro entorno. Seamos realistas, definitivamente no será la unión de los pueblos y culturas, pero será una forma en la cual debe forjarse una nueva cultura humana que antepone su supervivencia a la destrucción egoísta de su planeta.


Como siempre, gracias por leerme.

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