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Writer's pictureProf. Cerebrón

El uso del lenguaje para la manipulación

En este último año, en todo Latinoamérica se ha estado moviendo la sociedad de forma muy interesante e importante. No importa si son gobiernos con tendencias neoliberales o tendencias socialistas, la sociedad está cansada de los abusos de poder y de las injusticias. Así, las personas han comenzado a manifestarse desde las expresiones artísticas hasta manifestaciones masivas por las calles de las ciudades. Sea como sea, debe de quedar claro que todas tienen en común la exigencia y defensa de los derechos humanos y justicia o la destitución de un mal gobierno. El objetivo es hacernos escuchar y hacer una sociedad más equitativa e igualitaria.


Por un lado, sabemos que tenemos un mundo con exceso de comunicación; por lo tanto, hay un montón de información disponible. Muchos cerebros, muchas realidades. Por eso es muy importante estar bien informados de que ocurre y ser críticos. Una forma de lograr esto es leer sobre quiénes y por qué están en contra o a favor de tal movimiento. La diversidad nos da sentido crítico. De esta manera seremos conscientes de que, si esa pelea es por derechos humanos, o si es por política, o si hay dinero detrás. Todo esto con el fin de entender la situación y comenzar a participar de maneras más civilizadas o racionales ante los cambios sociales. Consecuentemente, no podemos ser indiferentes a lo que ocurre en nuestro medio, ya que todos estamos interconectados y las decisiones de unos serán las consecuencias para otros.


Por otro lado, desde que el humano se ha valido de su lenguaje para poder crear realidades, se ha podido organizar. Gracias al lenguaje, fuimos capaces de crear religiones, mitos, leyendas, gobiernos, dinero, países, deportes, etc. Todo reside en cómo funciona la imaginación y confianza colectiva de la sociedad para cooperar juntos. Esto es una gran cualidad de nuestra especie ya que nos ha ayudado a formar sociedades complejas y diversas. Sin embargo, también suele ser usada como una herramienta en la estrategia de los gobiernos para manipular a la sociedad a su beneficio.





Herramientas para la manipulación


John Searle, de la Universidad de California en Berkeley, ha descrito el uso del lenguaje en la conciencia colectiva en el uso de la verdad. Él ha explicado cómo se usa el lenguaje y el impacto que tiene la lingüística en la forma de informar, relatar o dar un discurso. Así mismo, menciona que para decir una verdad hay dos tipos de descripciones: los hechos brutos y los institucionales. Los primeros se refieren a las verdades objetivas, es decir, una verdad obvia independiente de la imaginación humana, por ejemplo: el océano tiene agua. Los segundos se refieren a las verdades creadas por los humanos, de manera objetiva o subjetiva. Cómo un ejemplo subjetivo sería decir: “Carl Sagan ha sido el científico más grande del siglo XX”. Esto para muchos es verdad, pero objetivamente no lo es. Sintetizando, el lenguaje les da existencia a las cosas. Aplicándolo a la manipulación mediática, el saber comunicar una “verdad” es esencial para todo aquel que quiere llegar o permanecer en el poder por tiempo indefinido ya que permean las ideas. Confundir los hechos brutos con los institucionales ayuda a implantar ideas.


Todo político sabe que con la llegada de la democracia su trabajo se volvió más competitivo y debe hacerse de votantes y personas que aprueben su estilo de poder o callar a los que no están con él para continuar ahí. Así pues, los gobiernos tienen varias maniobras lingüísticas que influyen en cómo la gente concibe ciertos conceptos, ideas, enfoques o perspectivas de la realidad que repiten constantemente. Muchas repeticiones crean una realidad. No importa si son mentiras, se repite tanto que termina por quedar sedimentada en la visión de la realidad de la población que todo el tiempo lo está oyendo por muchos medios. Repetirlos en distinto orden, hará que la población tenga cercanía o lejanía con ellos. Es por eso, que todos los políticos, sin excepción, siguen el mismo discurso. Esto también se debe a que la sociedad que exige que los políticos o líderes no tengan contradicciones y sean coherentes. Como resultado, la gente sigue conformándose con un solo discurso polarizando sus ideas. Adicionalmente, se maneja el concepto de posverdad, es decir, se describe algo que ha existido siempre pero ahora se describe como algo dañino para lo que se ha construido o se quiere construir.


Esto último da lugar a la creación de un enemigo común. Un enemigo común atrae seguidores ya que toda la frustración económica, política o social se descarga en ese chivo expiatorio. Es muy fácil culpar a otros por la situación. Pueden generarse teorías conspirativas en contra del orden que el gobierno trata de imponer. Y un enemigo invisible y organizado está al acecho de arruinar la soberanía de la patria. Así, si un partido político, una persona o un movimiento, está en contra del gobierno, es fácil tacharlo como ese enemigo en común. Pero no solo eso, ya identificado el enemigo, es necesario dividirlo para vencerlo al puro estilo maquiavélico.


Como un ejemplo, Donald Trump dijo: “La gente emigra ilegalmente a los Estados Unidos porque sus países son un asco y es culpa de los corruptos que roban el dinero. Si los países se manejaran bien, la gente se quedaría en su país”. Esto lo ha venido repitiendo constantemente desde su precampaña. Esta afirmación es una posverdad porque ciertamente, en los países tercermundistas hay mucha corrupción y no se manejan bien los recursos. Sin embargo, utiliza a esa verdad para impartir su verdad. Ha implantado la xenofobia, elitismo y racismo. Sabemos que Estados Unidos y sus intereses mercantiles y de seguridad ha provocado esa misma corrupción en los países tercermundistas. Así que, con dicha frase le quita a Estados Unidos la responsabilidad de ese problema y se la carga a la sociedad tercermundista. Pero no solo eso, las personas tercermundistas que se identifican con ese concepto creen que realmente el problema viene del sistema tercermundista y no del primermundista. Esta dividiendo a los que podrían revelarse ante la causa de esa posverdad.




Aplicación de las herramientas de manipulación


Ya que el lenguaje les da existencia a las cosas, también no nombrar algo deja de darle existencia a las cosas. Si se analiza cómo se dan las noticias, se puede ver que en todas las manifestaciones se lee en los encabezados las palabras como “vandalismo”, “violencia” o “delincuencia”, pocas veces se lee “exigen derechos”, “piden justicia” o “manifestación política”. Depende mucho cómo los medios usan las palabras para referirse a los sucesos para denigrarlo o enaltecerlo. Si se omite la causa real, no existe; por eso a veces los medios mencionan solo de paso algunas noticias. Otras veces, los medios crean la sensación de que la gente no está descontenta con el modelo que los llevó a esa desesperación, sino contra la misma sociedad. Hacen ver que los manifestantes son inadaptados o frustrados sociales que lo único que quieren hacer es destruir o dañar. Que no es gente que quiere vivir mejor o tener dignidad o detener los abusos. En cambio, se les pinta de gente loca que no quiere progreso, sino retroceso. Pero ¿qué persona en una situación de injusticia saldría por gusto a destruir por destruir y no desarrollarse? Está fuera de la razón.




Así, se reemplaza la protesta social por el concepto de delincuencia y vandalismo y se genera una entidad organizada criminal que parece que quiere ver colapsar al país solo porque sí.

Pueden ser migrantes, estudiantes, socialistas o feministas, todos son una conspiración que está en contra de los que -según ellos- “tienen” una sociedad funcional. Son ellos contra nosotros. Así es más fácil que los grupos creados de la descripción lingüística se definan de manera precisa y conveniente. En este sentido, pareciera que los gobiernos están rodeados de sus enemigos, los cuales, están esperando el momento para acabar con todo. Puede ser el temido socialismo o el voraz neoliberalismo, el que sea es el enemigo en común dependiendo el gobierno en turno.


Una vez identificado enemigo en común, lo segregan. Se comienza desprestigiando a la idea, para que de ahí se filtren los simpatizantes de acuerdo con su nivel de extremismo. Los conceptos y su manejo lingüístico juegan un papel importante aquí ya que al confundirlos o usarlos como posverdad puede crear confusiones, discusiones o enfrentamientos dentro del grupo separándolos. Polarizan a los manifestantes. “Ellos no me representan” es una frase de algunos simpatizantes de la idea, pero “no con las formas”. Por lo tanto, se hace una mayor distinción entre los buenos y los malos.


En este sentido, se manejan las siguientes ideas. Los buenos quieren un mundo mejor, igual que los gobernantes o las empresas. En cambio, los malos quieren echar a perder el progreso alcanzado o por alcanzar porque son gente inconforme por todo. Los buenos, funcionan con el gobernante, desde su casa, de forma pasiva, sin violencia, siendo ciudadanos ejemplares. En cambio, los que se manifiestan son los malos, no están con el gobierno ni la justicia social como el gobierno. Son delincuentes violentos, desadaptados y vándalos que están en contra del orden que tanto trabajo costó alcanzar. Se genera odio hacia el grupo que “pone en riesgo al país” y al gobierno que se identifica con los buenos que hacen la rutina.




Con base en esto, los medios pueden implantar la idea de que la verdadera forma de una sociedad mejor es la inmovilidad política. Peor aún, pueden motivar a que la gente diga “yo opino que no opino nada” o “mejor ponte a trabajar”. ¿por qué no mejor dan información para poder tener argumentos para opinar? Según este modelo, la mejor forma de luchar por los derechos y la dignidad es mantener “la tranquilidad” de la sociedad. Hacen creer que todo estaba bien hasta que aparecieron esos grupos “inconformes”. Alabar la rutina de trabajo es un truco para no cambiar nada y continuar con el modelo. Estas personas se preguntan: ¿Por qué tal grupo se queja si yo trabajo, pago mis impuestos y veo que todo es feliz a mi alrededor? ¿Por qué recurren al extremismo cuando se puede cambiar todo desde la casa o la oficina? Es una lucha social inmóvil. Que se repite y repite con un enemigo común y contradicciones para dividir.




Ahora bien, la apatía política hace que el hartazgo de las personas crezca y el movimiento continúe. Entonces, el gobierno implanta que la sociedad es atacada por una entidad invisible que se ha metido en la mente de las personas que quieren destruir todo lo que se ha logrado y se genera paranoia. Al gobierno le conviene que haya eso para legitimar y justificar el uso de la fuerza. Genera la idea de que se ha ido de las manos y que la violencia policiaca o militar es la única forma de regresar a lo bueno. Se hace un discurso que dice que las fuerzas armadas no violan los derechos, sino que salvan a la comunidad de los agresores que quieren caos. Para atizar más el fuego, en las manifestaciones puede haber infiltrados que recurran a la violencia y extremismos para degradar a los manifestantes. Así se implanta que los buenos no hacen nada y los malos acaban de hacer vandalismo. Los grupos creados para desprestigiar a los movimientos acaban materializándose en grupos reales de gente que provocan enfrentamientos entre los participantes del movimiento.

Posteriormente, en casos más extremos, pueden usarse palabras como “estamos en guerra” o “esos revoltosos solo buscan caos sin sentido”. Describen a los manifestantes como un enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada y a nadie y que está dispuesto a usar la violencia con el único propósito de acabar con la paz, la democracia etc. Así, esta propuesta social debe de ser barrida mediante violencia. A través de guerra. Una guerra que no existe, pero se inventa al nombrarla. No existe, pero aun así los gobernantes y los medios hará creer que se está en guerra. Se trata de barrer la movilización social y así se pueden violar los derechos humanos. Este concepto guerra, es brutalidad política. Los militares o policías supuestamente quieren seguridad, pero, irónicamente, son los que disparan a la sociedad. Lo que realmente se vende ahí es seguridad solo para el poder político o económico, no para la gente. Y la gente, la gente que no participa en las movilizaciones y que las juzga, cae en ese espejismo y acepta ese mensaje y lo defiende. Esa gente no se da cuenta que lo que le pase al de abajo, eventualmente le afectará al de arriba, porque todos estamos comunicados y entrelazados.


Para evitar esa manipulación debemos recordar que no pueden hacer nada contra un pueblo comunicado. Debemos usar nuestras herramientas de redes sociales para comentar, intercambiar ideas e información para estar conscientes de la realidad. Debemos oír las historias de los que piden derechos para hacer empatía, preguntarnos ¿porqué piden eso y porqué lo piden así? ¿qué los orilló a manifestarse? Tener un pensamiento crítico, es tener libertad y tener libertad es ser responsables de nuestro entorno.


Finalmente quisiera dedicar este artículo a aquellas personas que han salido a manifestaciones buscando una mejora social y no han vuelto a sus casas. Así mismo, a aquellos que han perdido ojos, manos, libertad o incluso aceptación social por sus ideales. Esto va por aquellas causas justas que son desprestigiadas por el poder mediático. Sigamos luchando por un mundo mejor. Fuerza.


Recuerden, los conceptos crean realidades y que vale más la vida y los derechos de las personas que cualquier monumento.

Como siempre, gracias por leerme.



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